sábado, mayo 23, 2020

Una mujer en el balcón por Walter Faila ( a una mujer goleada)

Una mujer en el balcón  por Walter Faila ( a una mujer goleada)


 Una mujer en el balcón  por Walter Faila ( a una mujer goleada)

 
Observo tu sombra cayendo en la baldosa
Miro cada día cuando llegas al balcón
Detrás de los cristales, testigo silenciosa,
llorando en tu sonrisa el compás de una canción
Codicia inabordable de gente maliciosa
jardín de ojos marchitos ¡preciosa creación!
No se bien lo que busca el misterio de tu vida
no me atrevo a preguntar que dice tu canción
Vuela rota por el tiempo tu pobre alma herida
amor que destrozó sin piedad tu corazón.
Quisiera penetrar en los montes y las piedras
donde guardas celosa tu herida y afección
Quisiera socavar al llegar tu primavera
el tallo sombrío de tu inerte floración.
Jardín de ojos marchitos, no llores esta noche
permite a tus palabras llegar a mi razón
descubre la greda con que llenas tus macetas
déjame sembrar una semilla de ilusión.
Inmóvil, detrás de los cristales te reflejas
como un oscuro duende vagando en un rincón
Sin tactos furtivos que distraigan las angustias
sin el tierno beso de los labios de un varón
Mágica silueta que te muestras noche y día
¡ Figura inalterable del rígido balcón!
Permite que mis mares te bañen en sus olas
que se mecen danzando felices por tus playas
que curen los desgarros producidos por el sol.
No quedes en espera del fin o del milagro
no es asunto que competa a Dios, el creador,
Eres tú la constructora vial de tu destino
Desde el cielo hasta el olimpo, tu hada y tu señor
No sometas a tu niña en penas vagabundas
que no sea su jaula, la saña y la  prisión
No sigas buscando con las hebras del enigma
el canto salvaje de la muerte y la pasión
Mujer que te escondes en la pena solitaria
envuelta en la plegaria del manto del salón
no pretendas, orando, dejar de ser cobarde
¡detrás de la culpa no hallarás absolución!
Te incito a pecar entre las flores de la tarde
con el cuerpo y  con el alma, la voz y la razón
Si después de todo ya envejecen tus mañanas
y la vida se te va, en un grito inalterable
detrás de los cristales del rígido balcón.

 

martes, mayo 12, 2020

Los faros de Charles Baudelaire

Charles Baudelaire


 

Los faros de Charles Baudelaire

Rubens, río de olvido, jardín de la pereza
Almohada de carne fresca donde no se puede amar,
Pero donde la vida afluye y se agita sin cesar,
Como el aire en el cielo y la mar en la mar.

Leonardo de Vinci, espejo profundo y sombrío,
Donde ángeles encantadores, con una suave sonrisa
Cargada de misterio, surgen a la sombra
De los glaciares y de los pinos que encierran sus tierras.

Rembradt, triste hospital colmado de murmullos,
Y un gran crucifijo decora solamente,
Donde la oración en llanto se despide de la basura,
Y donde un rayo de invierno la atraviesa bruscamente;

Miguel Angel, vago lugar donde se ven Hércules
Mezclarse a los Cristos, y se levantan todos rígidos
Fantasmas poderosos que en los crepúsculos
Desgarran su sudario estirando los dedos;

Cóleras de boxeador, impudor de fauno,
Tú que supiste recoger la belleza de los granujas,
Gran corazón lleno de orgullo, hombre débil y amarillo,
Puget, melancólico emperador de los forzados;

Watteau, ese carnaval donde tantos corazones ilustres,
Como mariposas, vagan centelleando,
Decorados frescos y ligeros iluminados por arañas
Que vuelcan la locura en este baile giratorio;

Goya, pesadilla repleta de cosas desconocidas,
De fetos que se hacen cocer en medio de los sabbats,
De viejas frente a espejos y niñas desnudas,
Para tentar a los demonios ajustando bien sus medias;

Delacroix, lago de sangre que frecuentan ángeles malvados,
Sombreado por un bosque de abetos siempre verde,
Donde bajo un cielo de pena, extrañas fanfarrias
Pasan, como un leve suspiro de Weber;

Esas maldiciones, esas blasfemias, esos lamentos,
Esos éxtasis, esos gritos, esos llantos, esos Te Deum,
Son un eco repetido por mil laberintos;
Son para los corazones mortales, un opio divino!

Es un grito repetido por mil centinelas,
Una orden transmitida por mil portavoces;
Es un faro iluminado sobre mil ciudadelas,
Un llamado de cazadores perdidos en los grandes bosques!

Porque en verdad, Señor, el mejor testimonio
Que nosotros podríamos dar de nuestra dignidad
Es el ardiente sollozo que rueda las edades
Y viene a morir al borde de tu eternidad!

Versión de Hernán Isnardi
Charles Baudelaire (Francia, 1821 – 1867).

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