viernes, junio 24, 2022

La poesía de Elvira Ordóñez en la tradición literaria del Perú por Marco Martos

 
La poesía de Elvira Ordóñez en la tradición literaria del Perú por Marco Martos

La poesía de Elvira Ordóñez en la tradición literaria del Perú por Marco Martos


Sabido es que, a lo largo de la historia, la escritura de poesía ha sido cuestión de varones. Las mujeres destacadas, desde Safo hasta Olga Orozco, son siempre una importante minoría. Esta situación empieza a cambiar, sobre a partir siglo XX, y hay una legión de mujeres dedicadas a la lírica.

En el caso peruano, la poesía escrita por mujeres aparece tempranamente. Baste recordar el Discurso en loor a la poesía de Clorinda o la Epístola de Amariils a Belardo, primera expresión hispanoamericana de la poesía escrita por mujeres. La mujer habla de su propia condición. La poeta deja de ser la dama que recibe los elogios del varón y se transforma en un ser humano dialogante en su propia escritura. En ese sentido, la anónima Amarilis merece un lugar destacado en la literatura castellana, hermanada por el lenguaje y por la actitud ante la vida con Juana Inés de la Cruz y Teresa de Ávila.

Durante el siglo XIX, prácticamente no existen poetas peruanas de calidad. Las pocas que destacan en literatura están dedicadas a la narrativa o al ensayo. Ciertamente no es casual que Peregrinaciones de una paria, libro publicado inicialmente en francés por Flora Tristán en 1838, describa y censure abiertamente la exacción de los hombres hacia las mujeres. 

En el Perú del siglo XX, Magda Portal es una adelantada, un símbolo de la lucha de las mujeres en el terreno político, en el desarrollo de sus capacidades intelectuales y afectivas, en el reclamo permanente, más allá de toda moda o capilla de la igualdad entre la mujer y el hombre. Dejando de lado la prosa política y los textos de ficción, la extensa e intensa obra de creación poética de Magda Portal es un reconcentrado testimonio de dignidad humana y de aspiración a la justicia social. Como su antecesora Amarilis, pero con una intensidad y una fuerza nueva, propia de los tiempos que corren. Magda Portal vuelve a la mujer un polo activo de la relación amorosa. Hay otros aspectos de su producción que conviene destacar. En primer lugar, la camaradería, el compañerismo con todo aquel que sufre persecución e injusticia. En el terreno literario y en el de las ideas puede decirse que hay una actitud que viene de Vallejo o de una ética de raíz cristiana y marxista. Su poesía está recostada sobre el sufrimiento y sobre la historia y está escrita en su mayor proporción en un lenguaje asequible y popular, que elude sin embargo los riesgos de lo argótico empobrecedor. 

Sin duda alguna, Blanca Varela es una de las mejores exponentes en la poesía latinoamericana de que las mujeres pueden alcanzar las mismas altas cotas que los mejores varones. Su poesía se ha incorporado ya al canon de la poesía latinoamericana. Nacida en 1926, publicó su primer libro “Ese puerto existe”; en 1972 con “Valses y otras falsas confesiones” se instaló definitivamente entre los mejores cultores de la poesía en el Perú. Dueña de una formación literaria excepcional, muestra en lo que escribe un gran conocimiento de la tradición literaria del siglo XIX y XX. Distingue muy bien los sentimientos del individuo que escribe de lo que aparece pergeñado en el poema. Tiene un cierto distanciamiento de lo narra en el poema. Un poema suyo, es como lo dice el título escogido en 1972, una falsa confesión, una construcción literaria de un sujeto inventado que dice, sin embargo, a través de ejemplos particulares, verdades universales. 

La dilatada obra poética de Cecilia Bustamante ha merecido, aquí y allá atención de los críticos y palabras elogiosas de la poeta uruguaya Juana de Ibarbourou. Se pueden distinguir por lo menos dos líneas en su escritura. Una de ellas, la más antigua marcada por el asombro frente al mundo natural y por un escepticismo resuelto a veces con amargura frente a los actos humanos La otra forma de poetizar, estilísticamente más bronca y enfática, expresa con profunda ironía la situación de la mujer en América Latina sin que se trate necesariamente de una literatura combativa o panfletaria. 

La poesía de Elvira Ordóñez (1934), límpida y profunda, se ha ido convirtiendo, en una lectura de culto, como ocurre con la prosa de Luis Loayza y de Antonio Gálvez Ronceros. Conocida por los amantes de la lírica, no ha llegado a esa inmensa minoría selecta de la que hablaba Juan Ramón Jiménez. Sin embargo, hasta los intonsos lectores que se deleitan con los versos, si toman un contacto súbito con esta magnífica poesía, quedan sorprendidos porque la poeta con una suave dicción, ese musitar las palabras lejos de toda estridencia que estuvo un poco de moda en la década del cincuenta del pasado siglo XX, va diciendo verdades de a puño que conciernen a toda la especie humana. Nos habla de la soledad del individuo, de la necesidad de luchar que tiene la mujer, en una sociedad donde predomina el patriarcado. Nos expone su punto de vista sobre los afectos, la amistad, la intensidad de los sentimientos solidarios. 

Si las poetas mencionadas supra, Portal, Varela, Bustamante, se caracterizan porque paralelamente a su quehacer literario tuvieron alguna práctica política, e intervinieron de un modo u otro en la vida ciudadana, Ordóñez, a su lado, luce soledosa, una mujer que cuenta con la escritura que es su único hilo de vínculo con la sociedad. Lo sorprendente y no habitual, salvo en contados casos en la literatura universal, es que la poesía de Ordóñez, desde sus primeros libros, nace madura, como ocurre con el poeta español Jorge Guillén. Sin duda alguna, ella, como todos los que escriben, tuvo una fase de aprendizaje, pero lo que muestra, desde sus primeros versos, es una poesía trabajada con la dedicación de un orfebre, sin caídas en el ritmo, con palabra límpidas, con un vocabulario escogido pero no rebuscado, que va envolviendo al lector, ganándolo para su bandería, convenciéndolo de la solvencia de sus puntos de vista. 

Cuando un escritor tiene calidad, podemos empezar leyendo cualquier página. De todas maneras, el embrujo de las formas precisas, lo bien dicho de los mensajes, lo ajustado del discurso, muestran no un reflejo de la realidad, como podrían decir aquellos que solo leen a Aristóteles, sino la construcción de una nueva realidad maravillosa nacida de las palabras del estro del poeta. Y en los poemas de los primeros tiempos de estos escritores excepcionales, está ya el universo total que desarrollaran en sus detalles. Veamos un texto que podemos verlo como una poética, un punto de vista sobre la escritura, y también sobre la vida. 

I
¿A quién recurrir? Ni a los ángeles ni a los hombres.
Rainer Maria Rilke
Si no detengo el precipitado cielo con mis brazos
si no me bebo el mar antes de que me ahogue
si no atemorizo al frío con mi desnudez
y no me acerco al sol como si fuésemos iguales:
estoy perdida.
La realidad del ser es su unidad de isla
su contorno sin mezcla.
Solo está el hombre con su sombra muda
golpeando con sus puños la noche indomable
masticando sus dientes con pobreza
transfigurando en astros su sangre alucinada
más allá del instinto conservando
el legítimo horror de su materia.
¡Solo está el hombre,
si sola no me salvo estoy perdida!
De “La palabra y su fuego”. 

Empezaremos por la cita de Rainer María Rilke, el gran poeta checo que escribió en alemán y que está considerado un heredero de la poesía simbolista, un practicante de la poesía llamada pura, lo que ahora tiene menos sentido, pues no existe poeta que viva en la torre de marfil, ni siquiera el propio Rilke, pues toda poesía se mezcla con todo lo humano. Rilke, sí, es un poeta fino, dueño de una escritura ejemplar, que medita sobre los hechos humanos buscando siempre la trascendencia. Escoger una cita de él, como lo hace Elvira Ordóñez, de un modo simbólico, significa asociarse a eso que dice el poeta checo. ¿Y qué es lo que dice? Esa pregunta ¿a quién recurrir? en si misma muestra una situación anterior que no está dicha en el texto pero que se puede conjeturar o directamente adivinar. Decimos eso, a quién recurrir, en una situación de apuro o de extrema necesidad. Si leemos todo el poema y volvemos a la cita de Rilke, puede decirse que el clave de todo el poema: la soledad del individuo, hombre o mujer. Una de los obras que garantiza la vigencia de Rilke en los lectores de hogaño es el conjunto de cartas que dirigió a un poeta que se iniciaba. Conocido como “Cartas a un joven poeta” ese libro tiene vigencia hoy día para muchos que se inician en el arte de la escritura. Rilke considera el status de los géneros y les dice a los principiantes que si tienen algo que decir y lo pueden expresar en una carta, o en un artículo, o en un cuento, que lo hagan en ese medio expresivo, y que si no encuentran el vehículo adecuado, entonces pueden decirlo en poesía. Dicho de otro modo, la poesía es el modo de expresión de lo íntimo, de lo más personal. 

En el poema de Elvira Ordóñez que analizamos la primera estrofa plantea situaciones extremas, imposibles de realizar en la vida cotidiana: beberse toda el agua del mar, atemorizar al frío con su desnudez, acercarse al sol, como si fuesen iguales. Conclusión: solo planteándose situaciones inimaginables, una mujer de estos tiempos, puede salir adelante. Sin entrar al terreno directamente político, Ordóñez es en el Perú una adelantada de los reclamos de la mujer para terminar con el mundo patriarcal que empieza a tambalearse desde los años setenta del pasado siglo, con la difusión de las ideas de Simone de Beauvoir en su libro “El segundo sexo” y, sobre todo, por la creciente participación femenina en la vida diaria: universidades, oficinas, negocios, ministerios. Es una larga marcha, con muchos avances y algunos retrocesos. Cincuenta años más tarde, las mujeres puedes exhibir resultados. Y en el campo literario Elvira Ordóñez, desde la poesía, aparece como una clarividente. 

El primer dístico del poema:
La realidad del ser es su unidad de isla
su contorno sin mezcla 

es de una extremada originalidad y aparte a la poeta de los decires de otras escritoras y de la propia práctica feminista de hogaño: los seres humanos nacemos solos y permanecemos como islas a lo largo de toda nuestra vida. Es lo que dice Ordóñez y nos pone frente a un asunto capital de la humanidad. Los individuos tenemos necesidad de los otros desde que nacemos. La vida, apartada de los demás, es casi inimaginable: desde que nacemos queremos volver al seno materno. Nacer es ser expulsado de un paraíso y nuestra madre es el símbolo de lo perdido y deseado. Pero es señal de maduración apartarse de la madre, mezclarse con el mundo. Son raras las personas que pueden vivir totalmente apartados de los demás: anacoretas, monjes budistas o cristianos, solitarios en las grandes ciudades. Necesitamos de los demás, anhelamos su aprobación, al mismo tiempo conocemos de las rivalidades y las envidias en los ambientes que frecuentamos. Entonces surge el movimiento contrario: estar como islas entre los demás, que es lo que propugna la poeta en sus versos rotundos.
 
En la estrofa siguiente:
Solo está el hombre con su sombra muda
golpeando con sus puños la noche indomable
masticando sus dientes con pobreza
transfigurando en astros su sangre alucinada
más allá del instinto conservando
el legítimo horror de su materia
la poeta profundiza en el tema de la soledad del individuo que tiene una sombra muda, que lucha contra la noche indomable, que conoce la pobreza y que a pesar de la pobreza, se relaciona con los astros, es decir tiene apetencias metafísicas y conoce al mismo tiempo su finitud, su pequeñez, pues tiene el legítimo horror de su materia. 

En el último dístico la poeta escribe:
¡Solo está el hombre
si sola no me salvo estoy perdida! 

Estos versos son un magnífico remate del poema. Se vuelve a remarcar la soledad de los individuos que no pueden esperar anda de los otros. En la última línea aparece el lema que ha guiado a la poeta toda la vida: basarse en los propios esfuerzos para sobrevivir en un mundo hostil. 

El análisis de este poema emblemático puede servir de clave para interpretar todo el conjunto de la poesía de Elvira Ordóñez que ahora en cierto modo se pone en manos de nuevos lectores que garantizarán con sus análisis y comentarios, artículos, libros o tesis, la permanencia de la poeta en el canon de la poesía peruana más exigente. Agradezco a José Carlos Alvariño Ordóñez, hijo de la poeta, quien me ha permitido participar de forma muy activa en la preparación de este libro y a la editorial Peisa que dirige Germán Coronado, por editar y difundir esta poesía excepcional. 

Lima, 22 de junio de 2022
Marco Martos Carrera
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