domingo, marzo 06, 2016

Báthory. Acercamiento al mito de la Condesa Sangrienta Isabel Monzón


Báthory. Acercamiento al mito de la Condesa Sangrienta  Isabel Monzón


Báthory.
Acercamiento al mito de la Condesa Sangrienta
Isabel Monzón
Capítulo I - La melancolía en la Edad Media y en el Renacimiento

Tanto en el texto de Penrose como en el de Pizarnik, la Condesa es considerada una melancólica. Esta caracterización, más allá de ser un diagnóstico psicopatológico posible de aplicar, invita a reflexionar acerca de las condiciones sociales que provocan y fomentan la melancolía.
 
Penrose afirma que la melancolía fue el mal, la atmósfera misma del siglo XVI. Según el filósofo y médico persa Avicena, era causa de tristeza, soledad, sospechas y temor. que da a los seres largos, penosos y corrompidos fantasmas. Hoy, nueve siglos más tarde, cabría preguntarse qué causas provocan esa melancolía. Las reflexiones de Penrose la colocan en una atmósfera de barbarie, brutalidad y crueldad con las que se atropella la autonomía de las personas. Arieti corrobora estas ideas afirmando que sólo una fe fanática podía neutralizar la tristeza y la desesperación que el despótico poder feudal provocaba, entre otras cosas reivindicando las ideas de pecado y expiación y despreciando la vida terrena. En ese Medioevo prolongado en el que transcurrió la vida de la Condesa, estaba prohibida la expresión de sentimientos agresivos. Cuando ellos se exteriorizaban, esa conducta era entendida como un acto de rebeldía contra el poder divino. De allá también las acusaciones de brujería o de posesión demoniaca que sufrían los rebeldes. La situación política y social del siglo XVI condicionaba a enfermar de melancolía, ya que la atmósfera era de opresión. Paralelamente, en esa época de la historia hubo no solo un atraso sino un retroceso en las investigaciones científicas. La inquisición acusó de hereje a Galileo y trató de posesos a los enfermos mentales. El ataque al conocimiento se encarnó en una institución, la Iglesia católica, que se hizo dueña del poder intelectual y político, además del económico.
 
Pero el dogmatismo y la prohibición de pensar no han quedado relegados a la Edad Media. Lamentablemente, persisten en nuestros tiempos, disfrazándose a veces, incluso, de ciencia. Es que cuando rige un sistema autoritario, todo pensamiento que lo contradiga es acusado de subversivo. Y este problema del dogmatismo se agrava todavía más cuando se combina con una actitud individual de sumisión. En ese caso, la melancolía trata de ser una salida. Pretende luchar, como denuncia, contra la colonización del mundo interno. Sin embargo, es una resignación, un no seguir luchando. Efectivamente, ella se constituye en el mal del siglo XVI y es la enfermedad de cualquier época en la que domine el autoritarismo. 
 

UN DEMONIO VESTIDO DE BLANCO

A los 15 años, como estaba previsto, la casaron. El día de su boda, Erzsébet esperaba de pie en el castillo. Tal como otras damas húngaras, no acostumbraba maquillarse, de allí también‚ esa palidez que se destacaba bajo sus oscuros cabellos. A pesar del atropello, se veía en sus ojos esa inmensa mirada lejana que parecía venir del fondo del orgullo. Con intención de buen augurio mas con significado de mandatos, le habían cosido talismanes a su vestido de novia. Eran para ser amada, para ser fecunda y para gustar, para gustar siempre. Aunque sólo tuviera 15 años, Ferencz no pudo domarla, como hacía con sus potros. Ella era como demonio, un demonio vestido de blanco. Muy pronto el flamante marido regresó a la guerra y la joven Condesa dejó de ser vigilada por su suegra, que murió. Pero el control continuaba. Aunque sabía leer, sólo le permitían tener acceso a libros religiosos o épicos. Mientras se seguía aburriendo, su carácter se iba haciendo cada vez más huraño. Tal es así, que esta reflexión de Virginia Woolf podría haber sido escrita para Erzsébet: "Cualquier mujer nacida en el siglo XVI con un gran talento se hubiera vuelto loca, se hubiera suicidado o hubiera acabado sus días en alguna casa solitaria en las afueras del pueblo, medio bruja, medio hechicera, objeto de temor y burlas". Encontramos una frase de Joyce Mansour que hace eco con estas ideas: "Obsesión: condición de persona poseída, consensualmente o no, por un espíritu demoniaco. La obsesión prolongada puede dar lugar al aniquilamiento total de la víctima en beneficio del demonio que la posee: locura, suicidio, vampirismo o matrimonio". Estas palabras nos sirven para comprender a Erzsébet, que parecía estar posesa por el demonio en casi todas sus formas: matrimonio, locura y vampirismo. Ella era su víctima. No recurrió al suicidio, pero como victimaria, empujó a hermosas jóvenes a ese desesperado recurso. Más de una hubo que, por huir, se suicidó.
 
Alejandra Pizarnik finaliza su capitulo "El espejo de la melancolía" con estas palabras: "El libro que comento en estas notas lleva un retrato de la Condesa: la sombría y hermosa dama se parece a la alegoría de la melancolía que muestran los viejos grabados. Quiero recordar, además, que en su época una melancólica significaba una poseída por el demonio". 
 
 Efectivamente, eran los tiempos de la caza de brujas y de concepciones medievales que se prolongaban en el país de Erzsébet. Era la época de un Renacimiento en el que, a pesar de su resplandor, como dice Erwin Ackerknecht, la degradación de la psiquiatría persistió. Durante la Edad Media la medicina fue fragmentada. La cirugía estaba en manos de barberos y la psiquiatría en poder de sacerdotes exorcizadores y perseguidores de hechiceros. Lo poco que sabían los griegos se perdió y los enfermos mentales fueron considerados seres posesos por el diablo o por malos espíritus. En las postrimerías del siglo XV apareció un infame manual para perseguidores de brujos: el Melleus Malleficarum (El martillo de las brujas). Sus autores, los dominicos Heinrich Kramer y Jakob Sprenger, sostienen que la brujería es más natural en las mujeres que en los hombres, a causa de la inherente maldad que, en sus corazones, ellas poseen: "Qué otra cosa es la mujer sino un enemigo de la amistad, un castigo insoslayable, un mal necesario, una tentación natural, un peligro doméstico, una maldición de la naturaleza pintada con colores hermosos". Este libro, que marca un vínculo directo entre la brujería y la mujer, tuvo un éxito extraordinario. La misoginia fanática de esos sacerdotes se apoya en argumentos del Antiguo Testamento, que, por ejemplo, en el Éxodo, 22, 19 dice: "A la hechicera no dejarás que viva".
 
Durante el Renacimiento fueron quemadas más brujas que en ninguna otra época histórica. A pesar de esto, una pequeña minoría de médicos se sublevó, sosteniendo que algunos de esos posesos y hechiceros no tenían nada que ver con el diablo y debían, en consecuencia, estar en manos de la medicina. Según el manual de los dominicos, era bruja toda persona que mostrara la menor desviación o peculiaridad psicológica. En los tiempos actuales, algunas personas piensan de una manera similar a la de aquellos inquisidores. Por ejemplo considerando perversos a los homosexuales por el sólo hecho de ser diferentes a la mayoría. Una reflexión de Ackerknecht parece adecuarse también a nuestros tiempos: "No hay que hacerse una falsa idea modernista de la revolución psiquiátrica renacentista. Sus representantes eran también hijos de su época. Sólo podían dar un paso y no un salto hacia adelante". Johan Weyer era uno de los representantes de la nueva psiquiatría. Creía en el diablo como casi todos sus contemporáneos, pero observó que la mayoría de las hechiceras eran enfermas melancólicas. La licantropía - creencia según la cual un hombre puede transformarse en lobo - no es una forma de hechicería sino de locura, decía también Weyer, agregando que los posesos son enfermos melancólicos o simuladores que desean especular. Algún tiempo después, Paracelso afirmaba que, en el caso de los "lunatici" (lunáticos), debía eliminarse la influencia atractiva del sol y de la luna. Tal vez como jugando y burlándose de todas estas ideas, Penrose y Pizarnik califican a Erzsébet de posesa, lunática, bruja y loba.
 

Bibliografía Capítulo I

  • Ackerknecht, Erwin: Breve historia de la psiquiatría. Eudeba. Bs.As.1962.
  • Arietti, Sergio;Bemporad, Jules: Psicoterapia de la depresión. Editorial Paidos. Buenos Aires.1981.
  • Bleichmar, Hugo: La depresión. un estudio psicoanalitico. Editorial Nueva Visón. Bs. Aires. 1976.
  • Bellessi, Diana: La diferencia viva. Revista Feminaria. Nro.3. Buenos Aires. 1989.
  • Hope Robbins, Rossell: Enciclopedia de la brujería y la demonología. Editorial Debate. Madrid. 1991.
  • Parrinder, Geoffrey: La brujería. Eudeba. Buenos Aires.1963.
  • Rusell, Bertrand: Religión y ciencia. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires. 1987.
  • Sallman, Jean-Michel: Historia de las mujeres. Cap. La bruja. Tomo III. Editorial Taurus. 1992.
  • Varios autores: Vampiros. Una antología de los maestros del género. Editorial Sur. Buenos Aires. 1961.
  • Woolf, Virginia: Una habitación propia. Seix Barral. Barcelona. 1986.

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