Báthory. Acercamiento al mito de la Condesa Sangrienta Isabel Monzón |
Báthory.
Acercamiento al mito de la Condesa Sangrienta
Isabel Monzón
Capítulo I - La melancolía en la Edad Media y en el Renacimiento
Tanto
en el texto de Penrose como en el de Pizarnik, la Condesa es
considerada una melancólica. Esta caracterización, más allá de ser un
diagnóstico psicopatológico posible de aplicar, invita a reflexionar
acerca de las condiciones sociales que provocan y fomentan la
melancolía.
Penrose afirma que la melancolía fue el mal, la atmósfera misma del siglo XVI. Según el filósofo y médico persa Avicena, era causa de tristeza, soledad, sospechas y temor. que da a los seres largos, penosos y corrompidos fantasmas.
Hoy, nueve siglos más tarde, cabría preguntarse qué causas provocan esa
melancolía. Las reflexiones de Penrose la colocan en una atmósfera de
barbarie, brutalidad y crueldad con las que se atropella la autonomía de
las personas. Arieti corrobora estas ideas afirmando que sólo una fe
fanática podía neutralizar la tristeza y la desesperación que el
despótico poder feudal provocaba, entre otras cosas reivindicando las
ideas de pecado y expiación y despreciando la vida terrena. En ese
Medioevo prolongado en el que transcurrió la vida de la Condesa, estaba
prohibida la expresión de sentimientos agresivos. Cuando ellos se
exteriorizaban, esa conducta era entendida como un acto de rebeldía
contra el poder divino. De allá también las acusaciones de brujería o de
posesión demoniaca que sufrían los rebeldes. La situación política y
social del siglo XVI condicionaba a enfermar de melancolía, ya que la
atmósfera era de opresión. Paralelamente, en esa época de la historia
hubo no solo un atraso sino un retroceso en las investigaciones
científicas. La inquisición acusó de hereje a Galileo y trató de posesos
a los enfermos mentales. El ataque al conocimiento se encarnó en una
institución, la Iglesia católica, que se hizo dueña del poder
intelectual y político, además del económico.
Pero
el dogmatismo y la prohibición de pensar no han quedado relegados a la
Edad Media. Lamentablemente, persisten en nuestros tiempos,
disfrazándose a veces, incluso, de ciencia. Es que cuando rige un
sistema autoritario, todo pensamiento que lo contradiga es acusado de
subversivo. Y este problema del dogmatismo se agrava todavía más cuando
se combina con una actitud individual de sumisión. En ese caso, la
melancolía trata de ser una salida. Pretende luchar, como denuncia,
contra la colonización del mundo interno. Sin embargo, es una
resignación, un no seguir luchando. Efectivamente, ella se constituye en
el mal del siglo XVI y es la enfermedad de cualquier época en la que
domine el autoritarismo.
UN DEMONIO VESTIDO DE BLANCO
A
los 15 años, como estaba previsto, la casaron. El día de su boda,
Erzsébet esperaba de pie en el castillo. Tal como otras damas húngaras,
no acostumbraba maquillarse, de allí también‚ esa palidez que se
destacaba bajo sus oscuros cabellos. A pesar del atropello, se veía en
sus ojos esa inmensa mirada lejana que parecía venir del fondo del
orgullo. Con intención de buen augurio mas con significado de mandatos,
le habían cosido talismanes a su vestido de novia. Eran para ser amada,
para ser fecunda y para gustar, para gustar siempre. Aunque sólo tuviera
15 años, Ferencz no pudo domarla, como hacía con sus potros. Ella era
como demonio, un demonio vestido de blanco. Muy pronto el flamante
marido regresó a la guerra y la joven Condesa dejó de ser vigilada por
su suegra, que murió. Pero el control continuaba. Aunque sabía leer,
sólo le permitían tener acceso a libros religiosos o épicos. Mientras se
seguía aburriendo, su carácter se iba haciendo cada vez más huraño. Tal
es así, que esta reflexión de Virginia Woolf podría haber sido escrita
para Erzsébet: "Cualquier mujer nacida en el siglo XVI con un gran
talento se hubiera vuelto loca, se hubiera suicidado o hubiera acabado
sus días en alguna casa solitaria en las afueras del pueblo, medio
bruja, medio hechicera, objeto de temor y burlas". Encontramos una frase
de Joyce Mansour que hace eco con estas ideas: "Obsesión: condición de
persona poseída, consensualmente o no, por un espíritu demoniaco. La
obsesión prolongada puede dar lugar al aniquilamiento total de la
víctima en beneficio del demonio que la posee: locura, suicidio,
vampirismo o matrimonio". Estas palabras nos sirven para comprender a
Erzsébet, que parecía estar posesa por el demonio en casi todas sus
formas: matrimonio, locura y vampirismo. Ella era su víctima. No
recurrió al suicidio, pero como victimaria, empujó a hermosas jóvenes a
ese desesperado recurso. Más de una hubo que, por huir, se suicidó.
Alejandra
Pizarnik finaliza su capitulo "El espejo de la melancolía" con estas
palabras: "El libro que comento en estas notas lleva un retrato de la
Condesa: la sombría y hermosa dama se parece a la alegoría de la
melancolía que muestran los viejos grabados. Quiero recordar, además,
que en su época una melancólica significaba una poseída por el demonio".
Efectivamente, eran los tiempos de la caza de brujas y de concepciones
medievales que se prolongaban en el país de Erzsébet. Era la época de un
Renacimiento en el que, a pesar de su resplandor, como dice Erwin
Ackerknecht, la degradación de la psiquiatría persistió. Durante la Edad
Media la medicina fue fragmentada. La cirugía estaba en manos de
barberos y la psiquiatría en poder de sacerdotes exorcizadores y
perseguidores de hechiceros. Lo poco que sabían los griegos se perdió y
los enfermos mentales fueron considerados seres posesos por el diablo o
por malos espíritus. En las postrimerías del siglo XV apareció un infame
manual para perseguidores de brujos: el Melleus Malleficarum (El martillo de las brujas). Sus
autores, los dominicos Heinrich Kramer y Jakob Sprenger, sostienen que
la brujería es más natural en las mujeres que en los hombres, a causa de
la inherente maldad que, en sus corazones, ellas poseen: "Qué otra cosa
es la mujer sino un enemigo de la amistad, un castigo insoslayable, un
mal necesario, una tentación natural, un peligro doméstico, una
maldición de la naturaleza pintada con colores hermosos". Este libro,
que marca un vínculo directo entre la brujería y la mujer, tuvo un éxito
extraordinario. La misoginia fanática de esos sacerdotes se apoya en
argumentos del Antiguo Testamento, que, por ejemplo, en el Éxodo, 22, 19
dice: "A la hechicera no dejarás que viva".
Durante
el Renacimiento fueron quemadas más brujas que en ninguna otra época
histórica. A pesar de esto, una pequeña minoría de médicos se sublevó,
sosteniendo que algunos de esos posesos y hechiceros no tenían nada que
ver con el diablo y debían, en consecuencia, estar en manos de la
medicina. Según el manual de los dominicos, era bruja toda persona que
mostrara la menor desviación o peculiaridad psicológica. En los tiempos
actuales, algunas personas piensan de una manera similar a la de
aquellos inquisidores. Por ejemplo considerando perversos a los
homosexuales por el sólo hecho de ser diferentes a la mayoría. Una
reflexión de Ackerknecht parece adecuarse también a nuestros tiempos:
"No hay que hacerse una falsa idea modernista de la revolución
psiquiátrica renacentista. Sus representantes eran también hijos de su
época. Sólo podían dar un paso y no un salto hacia adelante". Johan
Weyer era uno de los representantes de la nueva psiquiatría. Creía en el
diablo como casi todos sus contemporáneos, pero observó que la mayoría
de las hechiceras eran enfermas melancólicas. La licantropía - creencia
según la cual un hombre puede transformarse en lobo - no es una forma de
hechicería sino de locura, decía también Weyer, agregando que los
posesos son enfermos melancólicos o simuladores que desean especular.
Algún tiempo después, Paracelso afirmaba que, en el caso de los
"lunatici" (lunáticos), debía eliminarse la influencia atractiva del sol
y de la luna. Tal vez como jugando y burlándose de todas estas ideas,
Penrose y Pizarnik califican a Erzsébet de posesa, lunática, bruja y
loba.
Bibliografía Capítulo I
- Ackerknecht, Erwin: Breve historia de la psiquiatría. Eudeba. Bs.As.1962.
- Arietti, Sergio;Bemporad, Jules: Psicoterapia de la depresión. Editorial Paidos. Buenos Aires.1981.
- Bleichmar, Hugo: La depresión. un estudio psicoanalitico. Editorial Nueva Visón. Bs. Aires. 1976.
- Bellessi, Diana: La diferencia viva. Revista Feminaria. Nro.3. Buenos Aires. 1989.
- Hope Robbins, Rossell: Enciclopedia de la brujería y la demonología. Editorial Debate. Madrid. 1991.
- Parrinder, Geoffrey: La brujería. Eudeba. Buenos Aires.1963.
- Rusell, Bertrand: Religión y ciencia. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires. 1987.
- Sallman, Jean-Michel: Historia de las mujeres. Cap. La bruja. Tomo III. Editorial Taurus. 1992.
- Varios autores: Vampiros. Una antología de los maestros del género. Editorial Sur. Buenos Aires. 1961.
- Woolf, Virginia: Una habitación propia. Seix Barral. Barcelona. 1986.
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