lunes, febrero 06, 2023

Eureka por Marco Martos

Eureka por Marco Martos

Eureka por Marco Martos

Hierión, rey de Sicacusa, recibió de un orífice una corona de oro. Tuvo entonces una corazonada, pensó que el magnífico regalo tal vez no era totalmente hecho del amarillo metal precioso. Buscó entonces a Arquímedes, en quien mucho confiaba a la hora de resolver cuestiones enojosas, y puso así en apuros al científico estudioso, quien naturalmente, para averiguar lo preguntado, no podía estropear la joya.

Las relaciones entre el severo rey y el científico, no eran muy buenas. El monarca le reprochaba, silenciosamente, que hubiera sido muy preciso en destruir algunos barcos romanos que había asediado las murallas de la ciudad. La cuestión era muy compleja. En plenas guerras púnicas, Siracusa guardaba neutralidad por conveniencia política, aunque muchos de sus ciudadanos simpatizaban con Cartago, Arquímedes entre ellos, que era muy notable por sus conocimientos de las ciencias básicas con aplicación a la realidad.

Los romanos, hábiles políticos, sabían todo lo que pasaba en Siracusa y decidieron tomar la ciudad, cercando desde el mar las murallas que defendían a la población. Arquímedes montó enormes espejos curvos en las murallas y destruyó a las naves romanas que asediaban Siracusa. El sabio resultó beneficiado de las horas escogidas por los romanos, cercanas al mediodía. Si el asalto hubiera sido organizado por la tarde, el sistema de espejos curvos no hubiera servido. Pero el destino es así, hace lo que quiere y después vienen los científicos o los hechiceros y acomodan a los acontecimientos su buen decir.

Arquímedes, en el asunto de la corona, valgan verdades, no sabía qué hacer. Conocía, sí, que el cobre y la plata era más ligeros que el oro y que si el orfebre hubiera añadido cualquiera de esos metales a la corona, ocuparían un volumen mayor que el del peso equivalente de oro.

Ese día de verano hacía mucho calor y Arquímedes siguió pensando en el desafío que tenía en los baños públicos. Se sumergió en una tinaja llena y observó como rebosaba en agua. De pronto dio un salto, impulsado como un resorte: se había dado cuenta de que su cuerpo desplazaba agua fuera de la bañera, y pensó, naturalmente, que el volumen del agua desplazado tenía que ser igual al volumen de su cuerpo. La conclusión estaba lista: para saber el volumen de cualquier cosa basta medir el volumen del líquido desplazado. De golpe había descubierto el principio del desplazamiento. Sabido esto, pudo más tarde, establecer con exactitud que la corona de oro tenía también cobre y plata. Pero en ese momento, tomado por el entusiasmo, salió desnudo y empapado y se marchó así a su casa, causando asombro a los viandantes mientras gritaba: “Eureka, Eureka” la palabra griega que significa, “Lo encontré, lo encontré”.

Cuando murió Hierión, asumió el poder un grupo cercano a las posiciones de Cartago y entonces Roma decidió invadir la ciudad con un ejército numeroso a las órdenes del general Marcelo, quien dio expresas órdenes de respetar la vida de Arquímedes. Un soldado lo encontró, perdida toda esperanza, refugiado en la búsqueda de solución de un problema matemático. Hay versiones diferentes sobre la muerte de Arquímedes, unos dicen que, abstraído como estaba, no escuchó los requerimientos del soldado que lo conminaba a marchar con él. Otros sostienen que el soldado, que tenía una diferencia con Marcelo, hizo justamente lo contrario de lo que el general había ordenado. Por último, la versión más difundida dice que el soldado no reconoció al científico y lo mató sin contemplaciones pues le pareció un hombre extraño que escribía números en el piso mientras la ciudad estaba en plena convulsión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

De mis manos brotarán
amapolas rojas como la sangre
así quizás mi poesía sea eterna
MI POESÍA SOY YO
FANNY JEM WONG
LIMA - PERÚ

Featured Post

Matsuo Bashō (1644 - 1694) Japón

Matsuo Bashō (1644 - 1694) Japón- HAIKU       Ramas de lirio aferradas a mis pies. ¡Cordones para sandalias!     Matsuo Bashō  (1644 - ...

CONFUCIO

Es más fácil apoderarse del comandante en jefe de un ejército que despojar a un miserable de su libertad