jueves, enero 19, 2023

En el puente de las vacilaciones al borde de una mañana eterna : Yasunari Kawabata conoce a la danzarina de Izu. (1923) por Marco Martos

 
Yasunari Kawabata conoce a la danzarina de Izu. (1923) por Marco Martos

En el puente de las vacilaciones al borde de una mañana eterna 

Yasunari Kawabata conoce a la danzarina de Izu. (1923) por Marco Martos

  

A lo lejos, es conmovedor el puente de madera,
suspendido sobre la curva del río.
Parece un adorno inextricable
entre las dos riberas. Algo amarillo hecho
como un lazo entre lo verde de los árboles.
Sólo llegando a pisar sus tablones
se percibe el deterioro como marca de guerra
y oscuro sello del tiempo:
diminutas incisiones, quemaduras,
picaduras de viruela de un cuerpo desesperado
o heridas a tajo hechas por un rápido cuchillo.
¿Está viva o muerta la madera o acaso está
agonizando por encima del agua? Nadie lo sabe.
A nadie le importa mientras sirva.
La llaman, según dicen,
el puente de las vacilaciones.
Avanzan los hombres hasta la mitad del río
y dudan entre irse al barrio del placer
o regresar a cumplir con sus deberes conyugales.
Eso ocurre cuando la noche toma su nombre.
Me gusta venir a la hora del ocaso,
cuando el sol tiñe de rosa
las copas de los árboles. Cada vez
me sorprende esta belleza natural
que el hombre no ha dañado con el puente
de madera. Pero hoy vi a una muchacha
en un momento diferente:
con la cara lavada bajo el sol de la mañana,
radiante, como si el tiempo no existiera
o fuera un presente eterno, cruzando
el puente de las vacilaciones,
tan resplandeciente como la madera del primer día,
como un árbol caminando y ofreciendo sombra
a todos los hombres.
Me quedé confuso, contemplé el agua largo rato,
horas de horas, y me hice extrañas preguntas
sobre el objeto de la vida
hasta que llegaron los viandantes
con sus perplejidades, tal fantasmas bailarines
a la luz de la luna llena.
Me pareció entonces eterno el puente,
y sin heridas. Un Dios otorgando serenidad
a los alucinados de este remoto lugar del mundo.

 

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