Acercamiento al mito de la Condesa Sangrienta por Isabel Monzón (CAP 7) |
Acercamiento al mito de la Condesa Sangrienta por Isabel Monzón (CAP 7)
Capítulo VII - El encierro
No más rincón ni cuarto oscuro
No más suicidios en tardes de primavera
Diana Bellessi
Cuando un mundo se hace pedazos y la inhumanidad es la única
soberana, el hombre no puede seguir viviendo su vida privada
como la vivía antes y como le gustaría seguir viviéndola...
En tales momentos, es necesario replantearse radicalmente todo lo
que se ha hecho, creído y defendido hasta entonces con el fin
de saber cómo actuar. Hay que tomar una actitud ante la nueva
realidad, una actitud firme en vez de retirarse a un mundo
cada vez más privado.
Bruno Bettelheim.
En
los sótanos del castillo de Csejthe se concentraba el universo
femenino de Erzsébet. Allí, segura de su intimidad, ella se entregó,
voluptuosamente, a sus demenciales ritos. Se puede entender de dónde
viene ese placer sexual, multiplicado por la penumbra atravesada por el
vago resplandor de las teas, muy hondo bajo tierra y con la certeza de
su seguridad. Numerosas son las sectas que se han entregado a sus
prácticas eróticas en lugares ferozmente cerrados y cuyas puertas, una
vez dentro, ni siquiera se sabía dónde estaban.
No más suicidios en tardes de primavera
Diana Bellessi
soberana, el hombre no puede seguir viviendo su vida privada
como la vivía antes y como le gustaría seguir viviéndola...
En tales momentos, es necesario replantearse radicalmente todo lo
que se ha hecho, creído y defendido hasta entonces con el fin
de saber cómo actuar. Hay que tomar una actitud ante la nueva
realidad, una actitud firme en vez de retirarse a un mundo
cada vez más privado.
Bruno Bettelheim.
SÓTANOS, CAVERNAS, CUEVAS
En nuestro Diccionario de símbolos
no figura el término sótano. Siempre transitando los de Csejthe y con
la finalidad de poner luz en ellos, hemos accedido a otros espacios
subterráneos similares (cavernas y cuevas) y al uso y significación que
todos estos lugares comparten. "El término genérico de caverna comprende
igualmente las grutas y los antros - dicen Chevalier y Gheerbrandt -
aunque no haya sinonimia perfecta entre estas palabras". Nosotros
agregamos que su simbolismo podría extenderse a los sótanos y las
cuevas. La caverna es un arquetipo de la matriz materna y, como tal,
figura en los mitos de origen, de renacimiento y de iniciación de
numerosos pueblos. Este significado luminoso se desliza hasta otro
siniestro, dado por las características del antro: cavidad subterránea
sombría, de límites invisibles. Abismo temible, habitado por monstruos,
que se conecta con el mundo inesperado y peligroso del inconsciente
humano. Desde este aspecto, "la caverna simboliza la exploración del yo
interior, y más particularmente del yo primitivo, rechazado a las
profundidades de lo inconsciente".
Para
los historiadores de la magia la gruta, por su disposición circular ,
su penetración subterránea y el enrollamiento de sus corredores - que
evocan el de las entrañas humanas - es un lugar preferencial para las
prácticas de brujería. Las cavernas, así como los sótanos de Csejthe,
cumplen funciones análogas, al ser enormes receptáculos de energía aptos
para condensar fuerzas mágicas. Dice Mircea Eliade: "Es evidente que si
las galerías de las minas y las embocaduras de los ríos han sido
asimiladas a la vagina de la Tierra - Madre, el mismo simbolismo se
aplica a fortiori a las grutas y las cavernas. En la prehistoria, la
caverna, muchas veces asimilada a un laberinto o transformada
ritualmente en laberinto, era a la vez teatro de las iniciaciones y
lugar donde se enterraba a los muertos". Entrar en una caverna es
retornar al origen y de ahí subir al cielo. Jesús nació en una cueva o
gruta y fue enterrado en otra, desde donde resucitó. Estas posibilidades
de nacimiento e iniciación, pueden explicar el atractivo que los
sótanos de Csejthe tenían para las no siempre ingenuas campesinas
húngaras. Ellas se ilusionaban con el reencuentro del regazo materno o
esperaban el amor lésbico de la Condesa.
LABERINTOS
"El
aposento de la condesa, frío y mal alumbrado por una lámpara de aceite
de jazmín, olía a sangre, así como el subsuelo a cadáver. De haberlo
querido, hubiera podido realizar su 'gran obra' a la luz del día y
diezmar muchachas al sol, pero le fascinaban las tinieblas del laberinto
que tan bien se acordaban a su terrible erotismo de piedra, de nieve y
de murallas. Amaba el laberinto, que significa el lugar típico donde
tenemos miedo; el viscoso, el inseguro espacio de la desprotección y del
extraviarse", dice Pizarnik.
Originalmente,
el laberinto designa al palacio cretense de Minos, en donde está
encerrado el Minotauro y de donde Teseo no puede salir si no es con la
ayuda del hilo mágico de Ariadna. Para resguardar las ciudades de los
enemigos e intrusos, en sus puertas se construían laberintos como
sistemas de defensa. De ese sentido originario,derivan
significaciones relativas a caminos entreverados, callejones sin
salida, complicaciones en un recorrido. Al mismo tiempo que defiende, el
laberinto anuncia la presencia de algo sagrado o precioso, ubicado en
su centro. A veces, precede la entrada a una caverna. Se lo compara
también con un curiosa tela de araña, aunque la comparación no sea del
todo exacta ya que, mientras ésta es simétrica y regular, el laberinto
circunscribe, "en el espacio más pequeño posible, el enredo más complejo
de senderos, con la finalidad de retrasar la llegada del viajero al
centro que desea alcanzar", dicen Chevallier y Gheerbrandt. (Asociamos
este retraso con la viscosidad, esa imagen tan certera que nos
regala Pizarnik, palabra que ¿casualmente? Freud también utiliza cuando
habla de la adherencia de la libido a sus objetos).
El
laberinto también representa el camino que conduce al interior del sí
mismo, a esa especie de santuario interno y oculto donde reside lo más
misterioso de la persona: el alma en estado de gracia o el inconsciente,
que no pueden ser alcanzados por la conciencia sino tras largos y
complejos rodeos. Para los autores del Diccionario de símbolos cuanto
más difícil sea el viaje hacia el centro del laberinto, cuanto más
numerosos y complejos sean los obstáculos que se encuentran, tanto más
se enriquecerá el yo de la persona que recorre tan intrincado camino.
Pero también, como Teseo sin Ariadna, puede perderse, hallando sólo
oscuras paredes y falsas salidas. Eso fue lo que le sucedió a Erzsébet,
ni se encontró a sí misma ni encontró al amor.
CASTILLO
La
vida de la Condesa Sangrienta transcurrió, en su mayoría, en Csejthe,
ese gran espacio cerrado del que era dueña y señora. "Castillo de
piedras grises, escasas ventanas, torres cuadradas, laberintos
subterráneos, castillo emplazado en la colina de rocas, de hierbas ralas
y secas, de bosques con fieras blancas en invierno y oscuras en verano,
castillo que Erzsébet Báthory amaba por su funesta soledad de muros que
ahogaban todo grito", dice Alejandra.
Entre
otras muchas significaciones, el castillo simboliza un lugar de
protección, al ser una morada sólida y de difícil acceso. Precisamente
por estar en general situado en las alturas, queda aislado. Según el Diccionario de símbolos lo
que encierra está separado del resto del mundo, toma aspecto lejano,
tan inaccesible como deseable". Esta parece una descripción no sólo del
castillo sino también de una de sus habitantes, Erzsébet Báthory.
Cuando
la hermosa joven, que está dormida, logra al fin ser despertada por su
enamorado caballero, el castillo simboliza la concreción de los deseos.
Los de Erzsébet recorrían caminos sangrientos. Al final de su vida,
cuando los que la acusaban invadieron su terreno, no fue para
despertarla de su larga pesadilla sino para condenarla a quedar
emparedada a perpetuidad en su castillo. Nadie se quedó a vivir con
ella. El silencio, el frío y la oscuridad fueron sus únicos
acompañantes.
Susana
Dupetit, hablando de Drácula, dice que éste encierra a Jonathan, su
víctima, "en el castillo como en una telaraña y, como una enorme araña,
le va bebiendo la sangre junto a la vida". Citar estas palabras tiene
dos ventajas, por un lado se adecuan para describir las conductas de la
Condesa Báthory y, por otro, tejen una trama con términos que,
simbólicamente, se relacionan: vampiro, castillo y telaraña.
ARAÑA
Su
simbolismo no es unívoco. La tradición islámica sintetiza lo favorable o
nefasto de su significación para otras religiones y culturas, creyendo
que así como la araña blanca es capaz, con sus hilos, de salvar la vida
del Profeta, la negra podrá inflamar el ojo de un durmiente, si pasa por
encima de él. Asimismo, en África se le atribuye a la araña mígala el
poder de la adivinación, existiendo, en consecuencia, una técnica que
sirve para descifrar los signos marcados en la tela. La araña es, por lo
tanto y en palabras de Chevalier y Gheerbrandt, "artesana de la tela
del mundo y dueña del destino, al que teje y conoce". Es también
peligrosa e inestable. Aunque significa la tejeduría, "ésta supone un tejedor
del cual depende y por el cual está continuamente obrada". Se conecta,
así, con el simbolismo del tejer, en tanto representa la posibilidad de
crear; la araña hace surgir formas nuevas de su propia sustancia. Por
otro lado simboliza, como el laberinto, la introversión y el narcisismo.
Asimismo, la mujer que - como la Condesa Báthory -primero hechiza para
luego asesinar a su pareja, se comporta como una araña.
Por
nuestra parte, hemos encontrado muchas telarañas embarullando la mente
de algunos pacientes psicóticos. Esto se relaciona con una de las
acepciones de la palabra maraña: situación o encuentro intrincado, de
difícil salida, tal como el laberinto. Cuando Pizarnik murió, hallaron
este breve poema sobre su mesa:
"en el centro puntual de la maraña Dios, la araña"
También
Erzsébet, llevada por su pasión, había tejido su tela, y ésta le servía
para cazar las tan valoradas presas. Más tarde, quedó prisionera de su
propia obra. Sótanos, cuevas, laberintos, castillos, remiten a un
simbolismo común, el del siempre añorado útero materno. Pero, al igual
que cuando el cuello del útero no se dilata, lugares originariamente
destinados al cuidado y la protección pueden llegar a transformarse en
mortíferas cárceles.
Si
la Dama Roja viviese en estos tiempos y en nuestras tierras ¿cuál sería
su habitat? Tal vez el manicomio, o quizás el ghetto, esos otros
espacios que condenan al destierro del cuerpo y la muerte del alma.
GHETTOS
Si
hubiera sido contemporánea nuestra tampoco le habría sido fácil la
vida, en caso de animarse a vivirla. Como tantas lesbianas, se hubiera
sentido forzada a encerrarse dentro del ghetto o en la cueva.
Metafóricamente, llamamos cueva al espacio aislado que una lesbiana
suele compartir con otra, en esas relaciones simbióticas a las que ya
hicimos referencia.
En la cueva también puede convivir una pareja que - como sucede con
harta frecuencia - no logra terminar de separarse. Cuando una lesbiana
se anima a salir de esos encierros, se integra a otro pequeño espacio
interpersonal, formado por un grupo de mujeres como ella. Ese es el
ghetto. Y es elegido como forma de pertenencia y defensa.
Originariamente,
la palabra designaba al barrio habitado por comunidades judías. Eran
zonas geográficas circunscritas, ubicadas en algunas ciudades, sobre
todo de la Europa oriental. Por extensión, se utiliza la palabra ghetto
para designar o a un barrio habitado por una minoría étnica cualquiera, o
a un grupo marginado, como el de los homosexuales.
Creemos
que muchas de las campesinas que aceptaban integrar la corte de
costureras y brujas de la Condesa, eran lesbianas. Como tantas otras,
intentaban salir de la soledad para buscar el amor. Durante la Edad
Media algunas se hacían monjas, a sabiendas que en los conventos abundan
las mujeres. Otras, como la hermosa Ivy, acudían al castillo de
Csejthe, ignorando que allí las esperaba la muerte. Eran, al fin de
cuentas, versiones juveniles de la propia Condesa. Sólo que ella se
negaba a reconocer su auténtica pasión. El castillo de la Báthory se
transformó, entonces, en una suerte de ghetto integrado exclusivamente
por mujeres.
Es
habitual que también los homosexuales, obligados por prejuicios y
discriminaciones, tiendan a aislarse y a agruparse entre sí. Una
reflexión de Hilda Rais parece hecha a propósito de Erzsébet y de su
universo femenino: "Dentro del ghetto lesbiano la violencia aparece en
la persistencia del miedo, la culpa, la noción de enfermedad. Sin
embargo, es el espacio para la ilusión de libertad. Espacio cerrado endonde
el ocultamiento da lugar al exhibicionismo, la culpa al sentimiento de
superioridad. El ghetto parecería el lugar en donde poder ser en
totalidad, en cambio es la pausa organizada para seguir soportando el
malestar cotidiano, continuo; lugar alentado desde afuera en tanto no se
vea, no haga ruido, no se manifieste". Allí, agrega Rais, las
relaciones amorosas se circunscriben a un círculo limitado, en una
especie de obligada endogamia dentro de la cual se potencian los celos,
la rivalidad y la competitividad.
En
el mismo siglo en que nació Erzsébet, más precisamente en el año 1515,
se creó en Venecia el primer ghetto judío. Paul Johnson se pregunta por
qué se sometían tan pacíficamente los judíos a este tipo de opresión y a
ser tratados como ciudadanos de segunda. Responder a este interrogante
echa luz también sobre la conducta de los homosexuales que se encierran
en el ghetto. Convivir con semejantes, dice Johnson, brinda seguridad,
pone fin a la incertidumbre y al desarraigo. Nosotros agregamos que
ayuda a enfrentar el rechazo familiar y social. Para Néstor Perlongher
"el encierro en los límites del ghetto trae aparejado cierto mimetismo,
en aras de la afirmación de una identidad homosexual, que regula, modela
y disciplina los gestos, los cuerpos, los discursos".
Asimismo,
una reflexión de Bruno Bettelheim en relación a lo que sucedía con los
judíos en la Alemania nazi cuando eran encerrados en los campos de
concentración, puede ser aplicada a aquellas lesbianas que se repliegan
en el ghetto: "Cuando no había resistencia violenta, la persecución de
los judíos empeoraba, lentamente, paso a paso". Del mismo modo, cuando
los homosexuales aceptan la marginación sin intentar, activamente,
oponerse a ella, no sólo se refuerza el prejuicio social sino que
también se crea patología dentro del ghetto. La propia homofobia, la
identificación con el agresor, el encierro y la prohibición de amar,
enferman.
La
sumisión de las campesinas, que no saltaban el cerco, las condenó a la
muerte. Además, no todas fueron como Ivy, no todas se entregaron por
amor; a otras las paralizaba el terror. Pero todas ellas, lesbianas o
no, incluyendo a Erzsébet, por el sólo hecho de ser mujeres estaban
condenadas al encierro, sin posibilidad de rebelarse. La Edad Media
continuaba siendo coherente con una tradición marcada por siglos: la
mujer necesita ser custodiada porque es, como denuncia Carla Casagrande,
mudable de cuerpo e inquieta de alma. "La custodia está para indicar
todo lo que puede y debe hacerse para educar a las mujeres en los buenos
hábitos y para salvar su alma: reprimir, vigilar, enclaustrar, pero
también para proteger, preservar, cuidar". Casagrande continúa con esta
reflexión en la que la realidad del encierro abunda: "Lasmujeres
custodiadas son amadas y protegidas como un bien inestimable, ocultas
como un tesoro frágil y precioso, vigiladas como un peligro siempre
acechante, enclaustradas como un mal que no se puede evitar de otra
manera".
DOS GRUPOS MARGINADOS: HOMOSEXUALES Y BRUJAS
A
veces, el ser que es diferente recibe un castigo aún peor que el
encierro: la muerte. En la Edad Media, la brujería y la homosexualidad
eran delitos connotados sexualmente. ¿Qué tienen en común brujas y
homosexuales? Ellas, consideradas por los inquisidores mujeres de
sexualidad desenfrenada, atacan las propiedades genitales del hombre
copulando con los demonios, oponiéndose, así, a las leyes naturales de
la creación. Del mismo modo, el homosexual desperdicia su esperma al
sodomizar a otro hombre y, como no puede procrear, subvierte el orden de
la naturaleza. Brujería y homosexualidad eran, en la Edad Media, dos
crímenes que se perseguían con la misma severidad y que a menudo
aparecían asociados. Al no mencionar explícitamente a la homosexualidad
femenina, el silencio medieval parece ignorarla. En realidad, también
las lesbianas eran sacrificadas, encubriendo su identidad bajo el
disfraz de brujas. La Inquisición veía con ojos sospechosos a las
mujeres que no se casaban, acusándolas, frecuentemente, de hechiceras.
Muchas de esas mujeres sin hombre serían, con certeza, lesbianas.
Vemos,
así, que el vínculo de la homosexualidad con la brujería se extiende
más allá del universo de Erzsébet. La palabra inglesa faggot
pone aún más luz sobre esa asociación ya que significa tanto bruja como
marica. Pero también designa un haz de leña. Durante la Inquisición, en
Inglaterra y en Italia, al varón homosexual se lo quemaba envuelto en
hojas de hinojo, que, cuando están húmedas, arden lentamente. La
tortura, así, se sumaba a la muerte. Después, en el mismo fuego, se
quemaba a las brujas. Al arder éste con más velocidad, ellas morían
rápidamente. La ¿Santa? Inquisición sacrificó con este método a Juana de
Arco. Siglos más tarde, en la Alemania nazi, se condena al encierro y a
la muerte a judíos y homosexuales.
Bibliografia Capítulo VII
- Bettelheim, Bruno: Sobrevivir. Editorial Grijalbo. Barcelona. 1983.
- Casagrande Carla: Historia de las mujeres. La Edad Media. Cap. La mujer custodiada. Tomo 2. Editorial Tauro. Madrid. 1992.
- Chevalier, Jean; Gheerbrandt, Alain: Diccionario de símbolos. Editoral Herder. Barcelona. 1991.
- Dupetit, Susana: "Drácula. acerca de la reconsideración de lo siniestro y la mitología literaria". Mitos universales, americanos y contemporáneos. Sociedad Peruana de Psicoanálisis. Vol. I. Lima. 1989.
- Eliade, Mircea: Mitos, sueños y misterios. Compañía General Fabril Editora. Buenos Aires. 1961.
- Johnson, Paul: La historia de los judíos. Javier Vergara Editor. Buenos Aires. 1991.
- Perlongher, Néstor: La prostitución masculina Ediciones de la Urraca. Buenos Aires. 1993.
- Pizarnik, Alejandra: Textos de sombra y últimos poemas. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. 1985.
- Rais,
Hilda: "Lesbianismo. Apuntes para una discusión feminista". Encuentro
de Mujeres sobre "Mujer y Violencia". ATEM. Buenos Aires. 1984.
Publicación de Lugar de Mujer.
fuente
http://www.isabelmonzon.com.ar/prologo.htm
- Bettelheim, Bruno: Sobrevivir. Editorial Grijalbo. Barcelona. 1983.
- Casagrande Carla: Historia de las mujeres. La Edad Media. Cap. La mujer custodiada. Tomo 2. Editorial Tauro. Madrid. 1992.
- Chevalier, Jean; Gheerbrandt, Alain: Diccionario de símbolos. Editoral Herder. Barcelona. 1991.
- Dupetit, Susana: "Drácula. acerca de la reconsideración de lo siniestro y la mitología literaria". Mitos universales, americanos y contemporáneos. Sociedad Peruana de Psicoanálisis. Vol. I. Lima. 1989.
- Eliade, Mircea: Mitos, sueños y misterios. Compañía General Fabril Editora. Buenos Aires. 1961.
- Johnson, Paul: La historia de los judíos. Javier Vergara Editor. Buenos Aires. 1991.
- Perlongher, Néstor: La prostitución masculina Ediciones de la Urraca. Buenos Aires. 1993.
- Pizarnik, Alejandra: Textos de sombra y últimos poemas. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. 1985.
- Rais, Hilda: "Lesbianismo. Apuntes para una discusión feminista". Encuentro de Mujeres sobre "Mujer y Violencia". ATEM. Buenos Aires. 1984. Publicación de Lugar de Mujer.
http://www.isabelmonzon.com.ar/prologo.htm
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