Báthory.
Acercamiento al mito de la Condesa Sangrienta
Isabel Monzón
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Capítulo III - La condesa siniestra
Escribir
acerca de la Condesa implica liberarla de su encierro. Lo hacemos sin
temer por su peligrosidad, sabiendo que no atacará a quienes la
descifren. Además, un personaje que se ha transformado en mito es
incapaz de asesinar a sus historiadores.
Investigar
sobre Erzsébet nos llevó, no sin pesimismo, a buscarla en otras
fuentes. ¿Cómo iba a ser posible encontrar testimonios referidos a una
mujer del siglo XVI, que por matar a 650 jóvenes murió emparedada? El
texto de Alejandra Pizarnik - estímulo para nuestra propia intención de
encontrarnos con Erzsébet - hace tiempo que está agotado. Debimos
conformarnos con una fotocopia. Poco tiempo después de iniciado este
ensayo, encontramos el libro de Penrose, aquél en el que Alejandra se
basara. Luego, la Condesa fue apareciendo en otros textos. Como cuando
al despertar tiramos de ese hilito constituido por los pequeños jirones
de recuerdos del sueño, hasta que, asombrosamente, el sueño perdido se
recupera más y más, así también fue descubriéndose ante nosotros la
figura oníricamente mítica de la Condesa Báthory. Y, también como con
los sueños, quedaron partes sin aparecer, reprimidas, olvidadas,
luchando contra la necesidad de historiar y significar que, como dice
Piera Aulagnier, tiene todo yo. Fuimos encontrando, así, que además de
Penrose y Pizarnik, hubo otros ensayistas, escritores y poetas que
también sacaron a Erzsébet de su prisión.
JUEGOS DE ESPEJOS Y FUEGOS FATUOS
"Tres
mujeres llamadas Isabel", Isabel de Hungría, la santa; Isabel de
Austria, la melancólica e Isabel Báthory, la sangrienta. Marguerite
Yourcenar no llegó a escribir esta obra que fuera proyectada a mediados
de los setenta. Pero lo cierto es que en El tiempo, gran escultor,
en su breve ensayo "Juegos de espejos y fuegos fatuos", esas tres
mujeres aparecen relacionadas, y no sólo por el nombre. Dice Yourcenar
que la parte principal de la obra hubiera girado en torno a Isabel de
Hungría. Y agrega que "a modo de oposición o, al menos de contraste, yo
hubiera colocado a otras dos mujeres nacidas en otras ‚pocas pero
pertenecientes a las mismas regiones de Europa Central, situadas m s o
menos en las cimas feudales o principescas, y que poseían quizá , debido
al complicado juego de las alianzas, una gota de su misma sangre".
Tiempo después‚s, pensó en otro titulo para aquel proyectado libro: Isabel o la caridad,
ya que se había dado cuenta que el foco central se encontraba ah¡.
Isabel la melancólica e Isabel la Sangrienta iban a ocupar espacios m s
apartados y oscuros de su obra. Como otros proyectos se impusieron, la
escritora postergó ese libro. Mas el tema tuvo el suficiente interés‚s
como para que, en uno de sus viajes, visitara algunos de los lugares
transitados por aquellas tres Isabeles. De ellas, sólo la Condesa
Báthory le hizo una seña. Fue cuando subió la cuesta que la llevaba
hasta "el castillo donde Isabel la asesina perpetró sus crímenes y
sufrió con arrogancia su castigo hasta morir solitaria, sin cruz y sin
luz, en una noche tormentosa del año 1614". La cuesta era muy empinada, y
al llegar a la cima encontró una torre alta de vigía. Una vez allí¡, la
escritora vio que algo se movía. "De entre las docenas de castillos
feudales cuyas ruinas he visitado, el Bathorygad es el único del que vi
surgir, nada más entrar, un gato negro duelo del lugar y que desapareció
dando un gran salto". Hubo luego una segunda coincidencia, aunque "más
banal". Al regresar a su isla del Maine, donde residía, Yourcenar fue a
una biblioteca pública cercana que no frecuentaba demasiado. Cuando se
dirigió al mostrador vio apoyado un libro, seguramente recién devuelto
por otro lector, que estaba abierto de par en par. "Le eché‚ una ojeada
como suelo hacer con cualquier texto impreso a mi alcance. Era la única
obra en lengua inglesa -que yo sepa - en donde se la menciona a
Isabel Báthory, una colección de ensayos de Willam Seabrook, que ha
escrito cosas mejores, en donde enumera en revoltillo unas cuantas
docenas de causas criminales y de historias de magia negra, verdaderas o
falsas. Tan sólo unos párrafos van dedicados a aquella bruja: el libro
estaba abierto por esa página". Utilizando a pleno su racionalidad, la
escritora dice que no puede atribuir esas coincidencias a la
determinación de un espíritu maligno o a la intervención de fuerzas
oscuras. Sin embargo "todo sucede, en esas ocasiones, como si el mundo
alrededor nuestro estuviera situado en un único campo magnético, o
constituido en todas sus partes por un metal buen conductor". Esas
pequeñas coincidencias se agrupaban alrededor de la peor de sus tres
modelos, ya que ni Isabel de Austria ni la de Hungría le hicieron
ninguna seña. Será , agrega Yourcenar, porque "las santas y las
emperatrices son menos comedidas que las brujas".
Nosotros
encontramos otras relaciones entre las tres Isabeles. Cuando la misma
Yourcenar escribe "fantasma de tristeza, de orgullo y de belleza pero a
quien un melancólico narcisismo parece haber encerrado hasta el final en
una triste galería de espejos, tan ausente del mundo y de la vida..."
podríamos creer que se refiere a Isabel la Sangrienta cuando en realidad
está hablando de la de Austria. Por otra parte, y antes de continuar
con las similitudes entre los personajes, queremos detenernos en una
coincidencia entre las escritoras, ya que Pizarnik se refiere, en su
capitulo "El espejo y la melancolía" a la "silenciosa galería de ecos y
de espejos que es el alma melancólica", ¿Serán todas simples
coincidencias?, ¿o existirá esa suerte de campo magnético al que se
refería Yourcenar?
Continuando
con los paralelos entre los personajes, encontramos que entre la
Báthory y la Santa existe otra relación: ambas fueron aprisionadas por
el medio social en que vivieron, sólo que, mientras Erzsébet se
identificaba con el agresor, Isabel de Hungría lo hacia con los pobres.
Otra coincidencia, relatada por Yourcenar, alude a que Isabel de Austria
"bebía cada mañana, para estar en forma, un vaso de sangre caliente que
le traían de los mataderos; la Báthory no lo hubiera hecho mejor". Las
dos eran, además s, excelentes amazonas y mientras Penrose y Pizarnik
califican a Erzsébet de melancólica, Yourcenar apoda as¡ a la noble
austríaca.
LA FRAGMENTACIÓN DE CUERPOS Y TEXTOS
También
a Diana París, Erzsébet le hizo una seña. De allí¡ que escribiera un
excelente ensayo sobre el libro de Alejandra Pizarnik La condesa sangrienta.
Partiendo del lenguaje manifiesto que propone ese texto, Diana llega a
otro lenguaje, el latente, pero no lo hace a la manera de un
psicoanalista sino como una crítica literaria que analiza la producción
poética de una escritora. Encuentra en algunas frases iniciales del
libro de Alejandra " una serie de claves que indican una localización:
'reino subterráneo' 'sustancia silenciosa de este subsuelo'". Estas
palabras la conducen hasta "un lugar de decodificación, un espacio de la
lectura que se funda en el abajo, el detrás, el otro lado de la
palabra", mientras que en otro texto de Alejandra, París descubre que
'Nunca es eso lo que uno quiere decir' (Textos de sombra. "En
esta noche, en este mundo"). Entonces viene la pregunta forzada: ¿qué es
aquello que la poeta necesita expresar? Cuando ella describe
meticulosamente, capitulo por capitulo, las torturas que Erzsébet le
infligía a campesinas y costureras, París encuentra que todo se
fragmenta, las muchachas y el texto y que esa operatoria tiene un
sentido. "Hay una est‚tica del fragmento donde la ruptura del discurso
es una puesta en escena de las mutilaciones que se narran". Diana recoge
el guiño que Erzsébet le hace a través del texto de Pizarnik,
reflexionando que "las letras conforman el tapiz ('Tapizadas con
cuchillos') del texto: la violencia comunica que el lenguaje, encerrado
en el sistema, 'enjaulado’ en la norma, debe volverse agresión para
decir". Ese tapiz se teje, precisamente, con las 'jóvenes costureras'
"sacrificadas en cada búsqueda: la escritura. Una escritura que se arma,
se cose, se goza como un '‚éxtasis maldito' o como 'crisis erótica'
donde la letra se hace silencio ('les cosían la boca') o aullido
('escapaban de sus labios palabras procaces... Imprecaciones soeces y
gritos'".
Toda
la producción literaria de Alejandra puede ser leída como un único
texto. De allí¡ que cuando nuestra poeta se pregunta qué‚ hacía la
condesa de sus días y de sus noches en la soledad de Csejthe, París
descubre que la misma Pizarnik, en Extracción de la piedra de locura,
en diálogo textual responde: ‘Toda la noche hago la noche. Toda la
noche escribo. Palabra por palabra escribo la noche’". En los sótanos de
su castillo, Erszébet sacrifica, cada noche, cuerpos jóvenes, mientras
que en Los trabajos y las noches Alejandra escribe:
‘Y cuando es de noche
siempre,
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta’.
siempre,
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta’.
Diana
observa que en nuestros tiempos el encierro y la desaparición de
Erszébet se expresan en la imposibilidad de encontrar el libro que
Pizarnik escribiera sobre ella. Y justamente las últimas palabras de ese
libro dicen "Como Sade en sus escritos, como Gil de Rais en sus
crímenes, la condesa Báthory alcanzó, más allá de todo limite, el
ultimo fondo del desenfreno. Ella es una prueba m s de que la libertad
absoluta de la criatura humana es horrible". Tomando esta idea, París se
pregunta con qué concepción de libertad se encerró al texto de
Alejandra en el vacío, as¡ como la condesa fuera sepultada en su propio
aposento. Propone una respuesta cuando observa que la segunda y última
edición del libro de Pizarnik fue "sintomáticamente" de 1976, como si el
poder totalitario de los años setenta "hubiera leído en La Condesa
Sangrienta una
ficcionalización
de la historia argentina". Esta obra de Alejandra "vive como una
desaparecida de la circulación lectora, como un cuerpo inexistente en
librerías, bibliotecas y, peor aún, en el saber lector". A pesar de esta
"borradura editorial", la Condesa Sangrienta circula subterráneamente a
través de fotocopias y de un rumor boca a boca que actualiza la
vigencia del mito
UNA CONDESA PARA ARMAR
Julio Cortázar menciona varias veces, aunque de manera elíptica, a la Dama de Csejthe en 62 Modelo para armar,
y también en ese libro aparece fragmentada, ya que no sólo no hay una
narración continua acerca de ella sino que todo el texto se caracteriza,
según palabras del autor, por ser una sucesión de piezas separadas por
blancos. El lector puede elegir como armar, con su "montaje personal",
"los elementos del relato". Ese ser "el libro que ha elegido leer".
La
Dama Roja aparece, as¡, diseminada en varias partes. Aún desarticulada y
sin nombre, su presencia es fuerte. Proponemos que cada uno arme, a
partir de esa materia prima, su propia condesa.
A
Cortázar le atraía particularmente el tema del vampirismo. El
restaurante Polidor, por ejemplo, alude a John Willam Polidori, autor de
la novela El vampiro (aquella que fuera ideada la misma noche que el Frankestein).
El vino Sylvaner, encargado por Juan, "contenía en sus primeras sílabas
como en una charada las sílabas centrales de la palabra donde lata a su
vez el centro geográfico de un oscuro terror ancestral...". La
referencia a Transilvania es obvia. Como éstas, en el texto de Cortázar
se pueden rastrear muchas otras ideas relacionadas con el vampirismo.
Hay que estar dispuestos a encontrarlas.
Por otra parte, es evidente que tanto para el autor de Bestiario
como para Pizarnik, la lectura del libro de Valentine Penrose dejó
intensas huellas. Tal vez porque los dos vivieron contemporáneamente en
París y fueron amigos, tuvieron otro idioma en común, m s allá del
argentino nativo y del francés del exilio. Ambos leían a los poetas
malditos: Sade, Baudelaire, Lautréamont, Rimbaud, Artaud, y se cruzaban
con frecuencia, por las calles parisinas, con Bataille, un especialista
en literatura maldita.
Al
escribir todos estos apellidos surge una pregunta: ¿Por qué tanto
París, de dónde tanta Francia?, mientras otra vez resuena, con sabor a
magia, la reflexión de Yourcenar acerca del guiño que Erzsébet le
hiciera. Los poetas malditos mencionados, el apellido de Diana, la
residencia definitiva de Cortázar, el lugar del exilio de Pizarnik y la
nacionalidad de Penrose y Bataille (hasta Yourcenar, de origen belga,
está unida a Francia en tanto fue la primera mujer que formó parte de
la Academia Francesa de Literatura). Cortázar y Yourcenar también se
encuentran relacionados entre sí en tanto él tradujo al castellano las Memorias de Adriano.
Como Francia es, desde siempre, un referente importante para la
intelectualidad argentina y un país elegido por nosotros para el exilio,
eso puede explicar el por qué de tantas confluencias y encuentros. Es
en referencia a estos fascinantes y curiosos hechos que Carl Jung habla
de sincronicidad. Alude a "una coincidencia temporal de dos o m s
acontecimientos, relacionados mutuamente de modo acausal, que tienen un
contenido idéntico semejante". Un sueño, una visión, un presentimiento,
por ejemplo, concuerdan con la realidad externa. Esta simultaneidad de
dos o más acontecimientos análogos no puede explicarse por una mera
casualidad ya que hay un nexo de sentido entre ellos.
EL FINAL
Murió
a finales de agosto, cuando Mercurio, convirtiéndose en amo del cielo,
lo hace nefasto para aquellos cuyo espíritu ha envenenado. No había
nadie. Dilatábamos el encuentro con este temido y angustiante momento,
sintiendo que, al terminar nuestro libro, la historia pod¡a repetirse
volviendo Erzsébet a ser abandonada, encerrada y muerta.
Penrose
termina su libro con las siguientes palabras: Sin cruz, sin luz...Ella,
escoltada por prolongados gritos y gemidos, y cuyo tiempo aún no se ha
acabado, vaga por las ruinas de Csejthe (...) Y si de toda esta nada,
bebida como una copa de cielo negro, sorbida, desaparecida, sale al fin
algo, ¡ay!, ¿qué será de ello?
Surgen
en nosotros un temor y una esperanza: tal vez Erzsébet no ha muerto.
Quizás, realmente, vague entre las sombras, haciéndoles señales y guiños
a quienes quieran ver.
De
la misma manera, los libros de Pizarnik y Penrose son de esos que no se
cierran. Son reescribibles. La poeta argentina y la francesa han
tendido hilos para que cada uno haga su propia trama. Así, la Condesa
estará siempre en libertad para ser decodificada de una multiplicidad
de maneras. Libre, cabalgará como una amazona en vez de perder horas
frente a un espejo y amará mujeres en lugar de matarlas. Tal vez, hasta
escriba algún día sus memorias.
Precisamos
de la esperanza para terminar estas líneas, porque sólo siendo libre la
Condesa Sangrante nos dará la libertad de dejarla.
Bibliografia Capítulo VIII
- Cortázar, Julio: 62 Modelo para armar. Editorial Sudamericana. 1968.
- Jung, Carl G.: Recuerdos, sueños, pensamientos. Editorial Seix Barral. España.1989.
- Graziano, Frank: Alejandra Pizarnik. Semblanza. Fondo de Cultura Económica. México. 1992.
- Negroni, María: Valentine Penrose. La hermosa alucinada. Primer Plano. Suplemento Cultural del Diario Página 12. Domingo 12 de diciembre de 1993
La Dama de estas ruinas. Revista Actual. Caracas. Nro. 13. Año 1993 y Revista Feminaria. Buenos Aires, Año VI, Nro. 11, 1993.
-
París, Diana: La condesa sangrienta. Escritura - lectura como producción autorreferencial. Premio Fondo Nacional de las Artes. 1990. Inédito.
-
Penrose, Valentine: La condesa sangrienta. Ediciones Ciruela. Madrid. 1987.
-
Piña, Cristina: Alejandra Pizarnik. Editorial Planeta. Buenos Aires. 1991.
-
Pizarnik, Alejandra: La condesa sangrienta. Ediciones Aquario. Buenos Aires. 1971.
"La condesa sangrienta". Revista Con V de Vian. Nro.4, de septiembre - octubre y 5, de noviembre. Buenos Aires. Año 1991.
Obras completas. Poesía y Prosa. Editorial Corregidor. Bs. Aires. Septiembre de 1993.
Yourcenar, Marguerite: El tiempo, gran escultor. Cap. VIII. "Juegos de espejos y fuegos fatuos". Editorial Alfaguara. Argentina. 1990.
Yourcenar, Marguerite: El tiempo, gran escultor. Cap. VIII. "Juegos de espejos y fuegos fatuos". Editorial Alfaguara. Argentina. 1990.
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MI POESÍA SOY YO
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